Mucho
se ha hablado del rol del CEO como Director de las Emociones Organizacionales,
novedad en un mundo gerencial que cada vez se distancia más de los perfiles de
líderes arropados de total autoridad. Se inclina hacia Directores de Orquesta con capacidad de
identificar las emociones como parte central del éxito organizacional.
En el diccionario
gerencial, palabras como empoderamiento, orgullo, crecimiento personal,
equilibrio, trabajo en equipo y respeto, empiezan a cobrar fuerza frente a un
mercado que, hoy alejado de una era industrial que minimizaba al ser humano, le
da cada vez más valor a culturas con un liderazgo centrado en la persona.
Parecería ser que es
la cultura y no el contrato en sí mismo, lo que genera alto desempeño, lealtad,
vocación de servicio y un sentimiento de orgullo frente a la marca. En la era
del conocimiento, la ejecución tiene una íntima relación con la persona; en
cómo los lideres liberan nuestro potencial, y en el centro de la persona, las
emociones y no el intelecto lo que al final enciende la llama.
El CEO debe ser el
termostato de la organización, y estudios serios muestran que un líder típico
responde por entre el 50% y el 70% de las emociones organizacionales, siendo la
Inteligencia Emocional y no el IQ, la responsable por 2/3 del éxito personal.
Las emociones, como lo demuestra Nicholas Christakis, profesor de Harvard
Medical School, han probado ser contagiosas, especialmente en épocas económicas
turbulentas. El "miedo", herramienta que se utilizó por años como
arma de retención, es la primera emoción en propagarse, logrando destruir
rápidamente la moral interna y llevándose de paso al mejor talento.
El CEO no debe solo
ser el audaz gestor de la estrategia. Debe también ser el encargado de
identificar la emocionalidad de la organización, identificar los causantes del
mal estado anímico de uno o más de sus equipos, lidiar de inmediato con los
dueños del virus y actuar sin duda imponiendo tratamientos extremos. Debe ser
capaz de identificar los detonantes del estado emocional propio y conocer la
forma de liberarlo sin trasladárselo a la organización. Debe ser capaz de
afrontar conversaciones difíciles con su staff directo, dar el coaching
apropiado de manera asertiva, y establecer tiempos de chequeo para verificar el
cambio. Debe ser igualmente capaz de cortar el mal de raíz incluso tratándose
de alguna de las "estrellas" del equipo.
Nada que mate más
rápidamente el positivismo, la buena energía, y la capacidad de logro de una organización
que un jefe de baja inteligencia emocional; son predadores de la pasión y el
compromiso. Nadie como el CEO para encargarse, como un buen padre de familia,
de la emocionalidad de su grupo asumiendo de vez en cuando, por qué no, la
tarea de recibir de primero los golpes emocionales del mercado, tratando en lo
posible de que se queden encerrados en la oficina del último piso.
Fuente:
http://www.dinero.com/
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