Cualquiera
de nosotros, individuos con una vida normal, podemos pensar en lo intimidante
que puede ser estar ante una personalidad de la política y nos preguntamos
¿cómo podríamos hablar con alguien así e influir positivamente en su toma de
decisiones?
Teniendo
la oportunidad de tratar con alguien en posición de autoridad, la formula
parece ser sencilla y estar al alcance de la mano de todos, la verdadera virtud
está en mantener la tranquilidad necesaria para aplicarla. Un ejemplo claro de
esto es el caso de Lionel Logue, un hombre de vida sencilla, quien teniendo la
oportunidad de asesorar al príncipe Alberto, a quien se le conocería con el nombre de Jorge VI, rey de Inglaterra, le ayudó a
manejar su tartamudez, la cual era un serio obstáculo para el cumplimiento de
sus funciones reales.
Dado
que la intensidad del tartamudeo del príncipe aumentaba cuanto más nervioso
estaba, Lionel mostró un sincero interés por él como persona, más allá de las
formalidades que se suelen crear en torno a personas con autoridad, lo que
permitió que se creara un vínculo de mutuo respeto y confianza, donde el futuro
monarca encontró los elementos
necesarios para adquirir mayor seguridad en sí mismo. Esa fue la clave para
sobreponerse a su dificultad con el habla y empezar a mostrar una imagen más
cercana a lo que el pueblo inglés necesitaba de su líder en los tiempos de
dificultad que se avecinaban con la declaratoria de guerra a Alemania, en el
marco de la Segunda Guerra Mundial.
En
la película ‘El discurso del rey’
podemos observar cómo contrasta fuertemente la actitud que el rey y el príncipe
de Gales –su padre y hermano mayor, respectivamente- tenían hacia Alberto, con
la de Lionel. Mientras ellos lo presionaban y se burlaban por su dificultad
para hablar, Lionel mostró confianza permanente en la capacidad del príncipe
para tener un buen desempeño, no sólo como orador sino como monarca. En este
caso, bien cabe la reflexión que hace Dale Carnegie acerca de que “la suavidad
y la amistad son más poderosas que la furia y la fuerza”.
De
eso se trata: de mostrarse auténtico y tratar a la otra persona con calidez,
viendo en ella su potencial para ser mejor persona y mejor líder, facilitándole
medios y recursos de los que disponemos para hacer más fácil su labor y
comprometiéndonos en crear una atmósfera propicia para el crecimiento y el
logro de metas comunes.
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